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ABC – Clausura 7 FIP Guadalquivir

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El violinista
en el piano

VII FESTIVAL INTERNACIONAL
DE PIANO DEL GUADALQUIVIR

Intérpretes: María Dolores Gaitán, Mario Hossen, Evgeny Serkin y Orquesta Festival Guadalquivir.
Lugar: Mezquita-Catedral.
Fecha: 2 de octubre.

CELSO GARCÍA
Llegamos a la clausura del VII Festival
Internacional de Piano del Guadalquivir
con una cita de factura espléndida
a la vez que obsequiosa, ya
que se trata de un programa colorido
de resonancias populares y en un
entorno inigualable como lo es el de
la Mezquita-Catedral de Córdoba. Abre
el concierto la inconfundible música
de Joaquín Turina: el «Jueves Santo a
medianoche» es un fragmento de una
obra para piano solo con tintes programáticos,
en la que se describe el
«desfile de una cofradía por una callejuela
de Sevilla», en palabras del
propio autor. Se presenta en una versión
para orquesta de cuerdas que el
director ha tenido a bien realizar para
la ocasión. Sin duda las reminiscencias
místicas de esta pieza resultan
oportunísimas en este ambiente.
Las cuerdas nos ofrecen suaves cantilenas
de cornetas sobre ecos de tambores
que con profunda delicadeza trazan
un inicio sosegado y exquisito. A
continuación, Turina sigue dibujando
paisajes de sonoridad nacionalista con
su «Rapsodia Sinfónica», para lo que
se da entrada a la primera solista de la
noche, la pianista María Dolores Gaitán,
quien a su vez es la directora de
este Festival. La pieza, que ya se tocó
en esta presente edición del Festival
en Villa del Río, se presenta elocuente,
dignamente defendida por la solista,
que imprime una energía brillante al
conjunto, inundando hasta el último
rincón de la estancia de densas armonías
y sonoridades inequívocamente
españolas. El evento está cariñosamente
presentado por parte de miembros
de la organización que, de alguna
manera, amenizan (quizás algo excesivamente)
las maniobras de
adaptación del escenario para la siguiente
pieza. Por fin entra el segundo
solista de la noche, el violinista búlgaro
Mario Hossen, que protagonizará,
asumiendo también la labor de
dirección, nada más y nada menos
que «Las cuatro estaciones».
En 1749, el luthier veneciano Giovani
Battista Guadagnini terminó de
construir el fenomenal violín que escuchamos
esta noche, apenas unos
veinte años después de que Vivaldi
compusiera sus estaciones. La sonoridad
del conjunto resulta en ocasiones
sobrecogedora, sobre todo cuando
Hossen adereza la partitura con licenciosas
ornamentaciones
especialmente llamativas que incluso
a veces se convierten en efectos
cuasi-oníricos, que imitan a sonidos
de la naturaleza, tal y como Vivaldi
pretendía. La danza que imprime el
solista sirve de indicaciones a la orquesta,
la cual subraya con mayor o
menor firmeza al rutilante violín, que,
aunque algo sofocador, resulta sencillamente
espectacular. Con esta traca
final se cierra el VII Festival de forma
soberbia, tras nueve días de actividades
para todos los públicos que
han sembrado los alrededores de ciencia,
piano y música.


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